Para los utópicos (the crazy ones)

Hoy por 1.215 vez me han vuelto a llamar utópico. Y no es que me haya pillado de sorpresa, es más la sorpresa viene cuando pasan algunos días y no oigo esa palabra.

Los utópicos, como los realistas nos llaman, somos una raza en extinción. O eso creía hasta hace unos meses…

No me arrepiento en pensar que se puede conseguir algo mejor, en mi caso, a través de la ciencia, la divulgación, el intentar hacer tu trabajo lo mejor posible..

Intentar mirar las cosas de manera diferente, creer que lo que haces va a dejar una mínima huella desde donde alguien podrá partir con más fuerza, pensar que el ser humano es una raza capaz de lo mejor y de lo peor e intentar quedarte con lo primero…

Decía antes que creía que estabamos en extinción pero últimamente tengo el honor de compartir charlas y leer blogs de gente como @scientiaJMLN cuya pasión por su trabajo en la facultad de química como docente se le nota en cada tweet que escribe, y ya no digamos su capacidad de divugación (sobradamente vista por todos en #murciadivulga), gente como @daniepap también químico, cuyas entradas en su blog son obras de arte, su pasión por la astronomía asombra (compartimos devoción por Carl Sagan).
Otros ejemplos que me voy encontrando son @gabriel_hgs o también concocido como el «puto amo» con un conocimiento exhaustivo de todo lo que rodea a la extinta Unión Soviética, además de su pasión por la carrera espacial. @eurekablog cuyas entradas en su blog pueden ser tomadas como una clase magistral una a una, capaz de explicarte la compleja órbita que debe seguir una sonda a marte sin despeinarse y encima que te guste.

Podrían ser muchos más ejemplos (toda la gente de @Amazings sin ir más lejos) pero no quiero aburrir.

Lo que quiero decir es que estamos rodeados por «the crazy ones» pero aún no lo sabemos. En ellos está la esperanza de un futuro un poco mejor y no en los grandes nombres que copan los telediarios todos los días. Gente que hace su trabajo porque le apasiona y además le gusta compartirlo, personas que intentan dar un paso más allá sin el miedo al qué dirán.

El día que la humanidad valore más este tipo de formas de ver la vida, creo (estoy seguro) que a todos nos irá mejor.

Ojalá dentro de 40 años me sigan llamando utópico, señal de que algo estaré haciendo bien.

Paracetamol,metamizol,omeprazol y otros fármacos del montón (I)

Es raro que alguien no conozca alguno de estos tres medicamentos, y más raro aún que no los haya tomado aún (a no ser de alergia manifiesta)

Si acaso el metamizol sería el que menos sonase a una pequeña parte de la población, aunque nombrando su marca comercial (nolotil) creo que se daría por zanjado el tema.

Son fármacos, todos ellos, de prescripción y automedicación muy común por sus muchas indicaciones y «pocos» efectos adversos, y esto no es del todo cierto.

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Miles de millones de mundos

Los exoplanetas están de moda.
Desde hace unas semanas, no hay día que no salga una nueva noticia relacionada con este apasionante campo de la astronomía.
En los últimos 16 años se han confirmado más de 700 exoplanetas, principalmente, midiendo el efecto gravitacional que ejerce sobre su estrella o la disminución de brillo que produce al pasar por delante de la misma. Sigue leyendo

La estrella (A.C.Clarke)

La Estrella
Arthur C. Clarke

Hay tres mil años luz hasta el Vaticano. En otro tiempo creía que el espacio no podía alterar la fe; y lo creía al igual que consideraba fuera de duda el que los cielos cantaran la gloria de la obra de Dios. A la sazón he visto esa obra y mi fe se encuentra considerablemente minada.

Contemplo el crucifijo que pende en la pared de la cabina sobre el ordenador Mark VI y por primera vez en mi vida me pregunto si no será un símbolo vacuo.

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La última pregunta (Isaac Asimov)

La última pregunta se formuló por primera vez, medio en broma, el 21 de mayo de
2061, en momentos en que la humanidad (también por primera vez) se bañó en
luz. La pregunta llegó como resultado de una apuesta por cinco dólares hecha
entre dos hombres que bebían cerveza, y sucedió de esta manera:
Alexander Adell y Bertram Lupov eran dos de los fieles asistentes de Multivac.
Dentro de las dimensiones de lo humano sabían qué era lo que pasaba detrás del
rostro frío, parpadeante e intermitentemente luminoso -kilómetros y kilómetros de
rostro- de la gigantesca computadora. Al menos tenían una vaga noción del plan
general de circuitos y retransmirores que desde hacía mucho tiempo habían
superado toda posibilidad de ser dominados por una sola persona.

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