Hace ya 20 años 


El 20 de diciembre de 1996 perdimos a Carl Sagan. Hace ya 20 años nos dejó la persona por la que muchos de nosotros hemos dedicado nuestra vida a la ciencia. 

No podéis imaginar lo que supuso a un chaval de 8 años que, de repente, alguien le hablara sobre el cosmos, sobre nuestros tímidos intentos para intentar comprender las enormes maravillas que escondía el inmenso «océano cósmico « que nos rodeaba… alguien susurrando a tu mente que estás hecho de elementos químicos que provienen de la explosión de antiguas y lejanas estrellas, alguien que despertó en mi mente un sentimiento que nunca ha vuelto a desaparecer y que me persigue allá donde voy, despertó mi curiosidad. 

Muchas de las personas, que hace más de 30 años se sentaron delante de la televisión para ver Cosmos, nos han permitido admirar las enormes planicies heladas de Plutón, disfrutar con los majestuosos mares repletos de sustancias orgánicas del hemisferio norte de Titán o con los asombrosos estratos presentes en las faldas del Aeolis Mons. 

Puedo intuir qué hubiera dicho sobre los miles de planetas extrasolares que han sido descubiertos en los últimos años, puedo sospechar la palabra que hubiera rondado su mente una y otra vez al darse cuenta que el universo está plagado de mundos de todos los tipos y clases, creo que habría esbozado una sonrisa, creo que habría susurrado la palabra VIDA…

El mundo en que vivimos es demasiado diferente al de hace 20 años. La sinrazón y el fanatismo están destruyendo nuestros anhelos como especie. La desidia y el conformismo están sepultando la curiosidad que nos ha permitido rozar con los dedos el cosmos de donde provenimos. 

Nos aniquilamos, absurdamente, en nombre de unas creencias nacidas y alimentadas al amparo de nuestro irracional miedo a lo desconocido. Hemos dejado de mirar hacia el firmamento, hemos dejado nuestras naves en bonitos museos, hemos dejado de ser nómadas…

Hasta la fecha nadie ha reemplazado la figura de Sagan, se han acercado pero ninguno ha conseguido acercar la ciencia de la manera en la que él lo hizo. Mirad las portadas de los periódicos de hoy, echad un vistazo a las tendencias de las redes sociales… necesitamos volver a ser curiosos, necesitamos que nuestros hijos alzen la vista, necesitamos urgentemente volver a ser nómadas…

Biomarcadores, indicios de habitabilidad… ¿no hay vida fuera de nuestro planeta o no sabemos buscarla?

Una bacteria oxidadora del azufre de hace 2.500 millones de años, mucho antes de que la atmósfera fuera rica en oxígeno (Andrew Czaja)

Sólo conocemos un ejemplo en el que la materia se ha convertido en lo que llamamos vida, nuestro planeta se ha convertido en un enorme laboratorio donde a lo largo de 4.600 millones de años han interaccionado sustancias orgánicas, fuentes de calor, ecosistemas favorables para permitir el inicio de ciertas reacciones químicas, temperaturas no demasiado extremas, protección contra letales radiaciones provenientes de nuestra estrella,… miles de factores que han permitido la aparición y evolución de lo que conocemos como vida, miles…

Hasta ahora la vida ha tenido un solo génesis, un solo inicio, lo que no proviene de LUCA (Last Universal Common Antecesor) nos es totalmente desconocido. Necesitamos carbono, necesitamos agua, nuestra información se transmite a lo largo de generaciones a través de nuestro ADN, mucha radiación nos mata, poca gravedad también, necesitamos oxígeno para respirar y no nos sienta nada bien que sobre nuestras cabezas no exista una atmósfera de presión… ejemplos válidos para nuestra especie, el ser humano (buscar por internet lo que pueden resistir algunos extremófilos y podéis tachar hasta un 80% de lo escrito hasta ahora)

El hecho es que el conocer una sola génesis nos está dificultando (muchísimo) la búsqueda de vida fuera de nuestra atmósfera, tanto que puede que nuestras sondas hayan pasado por encima de ella sin haberse dado ni cuenta (y lo pongo en plural porque puede que haya sucedido más de una vez).

A medida que exploramos el sistema solar vamos viendo lugares donde la vida pudo surgir en un pasado, sitios donde hace millones de años se pudieron dar las condiciones de habitabilidad que tanto buscamos para que algo parecido a un organismo vivo apareciera y tuviese la oportunidad de evolucionar. Pero, ahí no se queda la cosa, a medida que vamos mejorando nuestros instrumentos y aumentando nuestra área de exploración, nos damos cuenta que quizás, solo quizás, haya localizaciones donde la vida exista hoy en día.

Todavía existen discrepancias sobre los experimentos que las sondas Viking realizaron sobre suelo marciano en 1976. Uno de ellos, conocido como experimento LR (Labeled Release), dió positivo para la existencia de metabolismo en las muestras que recolectó. Un segundo experimento no encontró rastro de sustancias orgánicas (fundamentales para la aparición de la vida en nuestro planeta y que años después encontraría Curiosity en el cráter Gale). La NASA interpretó que las sondas no habían encontrado vida, algo que en los últimos años se está poniendo en duda por diversos estudios, quizás la forma de recoger las muestras esterilizó la tierra marciana analizada, quizás las formas de vida que provocaron la metabolización del primer experimento no se basaban en el carbono… 

A la izquierda depósitos de silicatos en el cráter Gusev (Marte), a la derecha depósitos de silicatos en la región chilena de «EL TATIO» (NASA/Spirit/JPL)


 

Hace unos días apareció un estudio de dos geólogos de la Universidad de Arizona. La imagen de la izquierda fue tomada por el rover Spirit en abril de 2007, cerca de un área conocida como «Home Plate» en el cráter Gusev. Spirit encontró multitud de nódulos ricos en silicatos dispersos por toda la zona, algo que indicaba la probable existencia de respiradores hidrotermales en el contexto de un antiguo Marte mucho más húmedo. 

La parte derecha de la foto corresponde con la región conocida como «El Tatio», una región de Chile situada a 4.200 metros de altitud, uno de los lugares en nuestro planeta donde existen fuentes hidrotermales a mayor altura. Aquí la atmósfera es más fina, la cantidad de radiación ultravioleta mayor, las temperaturas más frías, un lugar muy parecido al inhóspito Marte, un lugar donde aparecen nódulos de silicatos parecidos a los del cráter Gusev, depósitos de silicatos producidos por la acción de microbios en el caso terrestre, de origen aún por filiar en el caso marciano. 

Estructura del interior de Europa (NASA/JPL)


Quizás no deberíamos mencionar las enormes masa de agua subterránea repletas de sustancias orgánicas que esperan ser exploradas en las lunas de Europa y Encelado. Nadie sabe en qué se pueden haber transformado las enormes fuerzas de marea provenientes de Júpiter. 

Tampoco sabemos si algún tipo de microorganismo puede haber aprovechado la conjunción de una densa atmósfera rebosando de tolines con enormes mares y ríos de etano y metano que discurren por la superficie de Titán

No tenemos ni idea de lo que puede haber aparecido debajo de la Planicie del Sputnik (el gran corazón de Plutón), donde un enorme océano subterráneo persiste en estado líquido durante miles de millones de años a miles de millones de kilómetros del Sol. 

A la hora de buscar vida no sabemos ni lo que estamos buscando, no lo hacemos con los instrumentos adecuados y ni siquiera lo hacemos en los sitios más adecuados. Además es posible que hayamos pasado por al lado de ella y no nos hayamos dado ni cuenta. 

Así es muy difícil… y luego está el estúpido antropocentrismo, y luego…

Fuente: Seeker Web