Deberían haberlo llamado con el nombre de un poeta.

La nebulosa de la tarántula capturada por el telescopio espacial James Webb (NASA/ESA)

A veces intentas describir algo realmente hermoso, pero las palabras que articulas no hacen justicia a lo que de verdad has sentido.

Crees que puedes transmitir a otra persona una sensación, una emoción,… pero después de oir tus propias palabras, sabes que no lo has conseguido.

Esta es la nebulosa de la Tarántula, captada por el telescopio espacial James Webb hace unos pocos días.

A unos 160.000 años luz de distancia, dentro de la Nube de Magallanes, nos encontramos con una de las zonas de formación estelar más grandes y espectaculares del Grupo Local.

Detalle del cúmulo estelar R136, también conocido como NGC 2070 (James Webb/NASA/ESA)

En su centro resalta el supercúmulo estelar R136, cuna de decenas de estrellas en formación. Al menos 12 estrellas supermasivas y miles con luminosidad extremadamente alta son las responsables de que la nebulosa sea visible a nuestros ojos. Algunos cálculos sugieren que de estar a la misma distancia que la nebulosa de Orion, la nebulosa de la Tarántula sería capaz de formar sombras en nuestro planeta.

Las imágenes del Webb revelan nuevas estrellas que no se conocían con anterioridad, así como numerosos datos que ayudarán a entender los procesos de la formación estelar.

Webb nos muestra asombrosos detalles de cómo las jóvenes y azuladas estrellas del cúmulo R136 han alejado el contenido de la nebulosa hacia la periferia, la radiación abrasadora de estas gigantes supermasivas han formado una cavidad que ahora podemos ver con una precisión inimaginable solo hace unos meses.

Solo las zonas más densas y alejadas de la nebulosa resisten la erosión originada por los poderosos vientos estelares de estas estrellas, formando pilares que parecen apuntar hacia atrás, hacia el cúmulo. Estos pilares refugian en su interior numerosas protoestrellas, en proceso de acumular pacientemente el material que les proporciona la gigantesca cuna de estrellas que les rodea. Con el paso de los eones, nuevos huecos modelarán el aspecto de la nebulosa, el violento nacimiento de estos embriones estelares alejarán el gas y el polvo para dar cabida al nacimiento de nuevos cúmulos estelares.

Burbuja de formación estelar captada por el James Webb (NASA/ESA)

La sensibilidad del espectrográfo de infrarrojo cercano del Webb (NIRSpec) nos muestra lo que realmente está ocurriendo dentro de la nebulosa. En las imágenes preliminares obtenidas por la cámara de infrarrojo cercano (NIRCam) se encontró una pequeña burbuja, al estudiarla con el espectrógrafo, la belleza del nacimiento de una estrella quedó al descubierto…

El primer recuadro azulado (en la imagen abajo a la izquierda) nos muestra la firma del hidrógeno atómico, aparece en la propia estrella, pero no a su alrededor. En el segundo recuadro vemos lo que realmente forma la burbuja donde se encuentra refugiado el embrión estelar, hidrógeno molecular en verde e hidrocarburos complejos en rojo (tercer recuadro). Esto indica que la burbuja es, en realidad, la parte superior de un denso pilar de polvo y gas que está siendo expulsado por la radiación del cúmulo de estrellas jóvenes y masivas situado en la parte inferior derecha.

El fuerte viento estelar de las jóvenes y masivas estrellas de la nebulosa está rompiendo las moléculas fuera del pilar, pero dentro se conservan, formando un cómodo nicho para la estrella.

Sin la resolución del Webb en longitudes infrarrojas, el descubrimiento de este nacimiento estelar en acción no habría sido posible.

Llevamos miles de años mirando hacia las estrellas sin saber del todo como nacen, los gruesos muros de gas y polvo de los viveros donde se forman impedían que estudiásemos lo que estaba pasando en su interior, el telescopio espacial James Webb acaba de atravesar esos muros,… empieza el viaje,…

Una nube de hidrógeno en trayectoria de colisión con la Vía Láctea formará 2 millones de nuevos soles

 

100 millones de años de trayectoria de la Nube Smith (Nasa/Esa)

 
Una masiva nube de hidrógeno gaseoso se dirige hacia nuestra Vía Láctea a una velocidad de un millón de kilómetros por hora, como así afirma un nuevo artículo aparecido en la Astrophysical Journal Letters. 

La Nube Smith, como así se conoce, fue descubierta en la década de los 60 pero las nuevas observaciones del telescopio espacial Hubble han logrado filiar su composición y trayectoria. Su origen está localizado en la periferia de nuestra propia galaxia, de la que fue expulsada hace unos 70 millones de años. La fuerza gravitatoria ha propiciado que su trayectoria sea como la de un boomerang, por lo que se espera que en unos 30 millones de años colisione contra el disco estelar de la Vía Láctea. 

 

El Hubble usó su espectrógrafo para determinar la composición de la nube. Para ello usó tres objetos de cielo profundo (Nasa\Esa)

El espectrógrafo del Hubble ha determinado la cantidad de elementos pesados presentes en la nube, así como la cantidad de hidrógeno que la conforma. El azufre encontrado, en similar concentración que el presente en los brazos externos de nuestra galaxia, nos asegura que ha estado expuesta a material estelar de esa zona. La cantidad de hidrógeno hallado puede ser capaz de generar hasta dos millones de nuevas estrellas cuando colisione con el disco galáctico. 

Este gas reciclado parece ser un importante mecanismo de regeneración estelar dentro de las galaxias. Hay muchas más nubes parecidas en las afueras de nuestro vecindario galáctico, pero a diferencia de la «Smith Cloud» se desconoce su origen. 

En 30 millones de años habrá un gran espectáculo de fuegos artificiales para los que habiten en los extrarradios de nuestra galaxia…

– Fuentes: