En estos días la palabra «recorte» está en boca de todos. Esa palabra ahora mismo nos suena a bajada de sueldos, disminución de las prestaciones sociales, reducciones varias…
En invierno será sinónimo de otras cosas.
El ámbito de las urgencias hospitalarias y extrahospitalarias se ha convertido en una caja donde todo cabe y donde todo vale.
El cierre de numerosos centros de salud por la tarde, la clausura de PAC (puntos de atención continuada, o lo que es lo mismo un médico y un enfermero sin apenas medios en sitios alejados de otras puertas de urgencias), la futura exclusión de inmigrantes de los centros de salud, la disminución del personal en las propias urgencias y de los residentes que allí se forman…
Todo esto está generando un aumento de la presión asistencial en las puertas de urgencias incluso en verano, época en la que la patología apenas es relevante.
En unos pocos meses llegará el invierno, y con él los procesos gripales, las descompensaciones en ancianos y enfermos crónicos, la patología respiratoria, la pediátrica…
Empezaremos a ver imágenes de camas en los pasillos, salas de espera saturadas con tiempos de primera atención que pasarán de horas a días. Una cama de hospitalización se convertirá en un bien escaso.
Todo por haber priorizado el pagar las deudas y los despilfarros de unos cuantos a las vidas de la gente.
En otros ámbitos los recortes tardarán más tiempo en verse, en el sanitario lo vamos a ver muy pronto.
El aumento de listas de espera en cirugías, tratamientos, atención especializada, atención primaria, urgencias, pruebas diagnósticas…todo eso significa pérdida de vidas. Y eso no afecta a la prima de riesgo ni al porcentaje de interés de nuestra deuda, no hay un número que salga cada pocas horas en un telediario.
Nos estamos alejando de la realidad.
Pueden reducirnos más el sueldo, aumentar las horas de trabajo, reducir más la plantilla, subir impuestos, cerrar hospitales.. es igual siempre habrá una boca hambrienta de más dinero y de más poder. No se soluciona nada así. Lo siento, no somos el problema.
No es el siglo XXI que todos esperábamos.
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